sábado, 21 de junio de 2008

Los cuatro acuerdos- Dr. Miguel Ruíz

Introducción

La atención es la capacidad que tenemos de discernir y centrarnos en aquello que queremos percibir. Cuando éramos pequeños, los adultos que nos rodeaban captaron nuestra atención y por medio de la repetición introdujeron información en nuestra mente. Así es como aprendemos todo lo que sabemos. Utilizando nuestra atención aprendimos una realidad completa, aprendimos como comportarnos en sociedad, que creer y que no creer, que es aceptable y que no lo es, que es bueno y que es malo, que es bello y que es feo, que es correcto o que es incorrecto. Cuando nacimos ya estaba todo allí, solo transfirieron todo ese conocimiento.

También aprendimos a captar la atención de otros seres humanos y desarrollamos una necesidad de atención que siempre acaba siendo muy competitiva y esa necesidad se vuelve muy fuerte y continúa en la edad adulta. A este proceso se le llama domesticación de los seres humanos a través de un sistema de “premios y castigos”.

Adiestramos a nuestros niños que tanto queremos de la misma forma que adiestramos a cualquier animal doméstico. Cuando no acatábamos las reglas nos castigaban, cuando las cumplíamos, nos premiaban. Pronto empezamos a tener miedo de ser castigados y también de no recibir la recompensa, empezamos a fingir con el único fin de complacer a los demás, de ser lo bastante bueno para otras personas. Fingimos ser lo que no somos porque nos da miedo que nos rechacen.

En el proceso de domesticación perdimos todas nuestras tendencias naturales. La domesticación es tan poderosa, que en un momento determinado ya no necesitamos que nadie nos domestique, nosotros mismos lo hacemos según el sistema de creencias que nos transmitieron, castigándonos y premiándonos cuando no seguimos las reglas que nos enseñaron.

Nuestro sistema de creencias es como el Libro de las leyes que gobierna nuestra mente. Basamos nuestros juicios en él, aún cuando vayan en contra de nuestra propia naturaleza interior.

Hay algo en nuestra mente que juzga todo (el juez interior), cada vez que hacemos algo que va en contra de nuestro sistema de creencias o libro de la ley, el juez dice que somos culpables, que necesitamos un castigo, que debemos sentirnos avergonzados y esto sucede todos los días de nuestras vidas.

Hay otra parte en nosotros que recibe los juicios, llamada “la víctima”. Esta carga con la culpa, los reproches y la venganza, es la parte que dice: no soy suficientemente bueno, ni inteligente, ni atractivo, y no merezco ser amado. El gran juez lo reconoce y dice “no vales lo suficiente”, y todo esto se fundamenta en un sistema de creencias en el que jamás escogimos creer.

Cualquier cosa que vaya en contra de nuestro sistema de creencias nos provocará “miedo”.

El ser humano es el único animal sobre la tierra que paga miles de veces por el mismo error. Los seres humanos tenemos una gran memoria y cada vez que nos acordamos de ese error nos volvemos a castigar. Lo mismo hacemos con las personas, les recordamos una y otra vez sus errores para hacerlos sentir culpables, enviándoles todo nuestro veneno emocional y hacemos que vuelvan a pagar por ello.

Cada vez que sentimos emociones como la cólera, los celos, la envidia o el odio, experimentamos un fuego que arde en nuestro interior, vivimos el sueño del infierno.

No es la muerte nuestro mayor miedo es arriesgarnos a vivir: correr el riesgo de estar vivos y de expresar lo que realmente somos.

Hemos aprendido a vivir intentando satisfacer las exigencias de otras personas, al tratar de ser lo suficientemente buenos para ellos, creamos una imagen de perfección, pero no encajamos en ella y como no somos perfectos, nos rechazamos a nosotros mismos de modo que nos sentimos falsos, frustrados y deshonestos, así que utilizamos “máscaras sociales” para evitar que los demás se den cuenta. Nos da mucho miedo que alguien descubra que no somos lo que pretendemos ser. También juzgamos a los demás según nuestra propia imagen de perfección.

Nadie en toda tu vida te ha maltratado más que tu mismo. El límite del maltrato que tolerarás de otra persona es exactamente el mismo al que te sometes tú. Si alguien llega a maltratarte un poco más, lo más probable es que te alejes de esa persona. Sin embargo si alguien te maltrata un poco menos de lo que sueles maltratarte tú, seguramente continuarás con la relación y la tolerarás siempre.

Si te castigas de forma exagerada, es posible que incluso llegues a tolerar a alguien que te agreda físicamente, te humille y te trate como si fueras basura. Por qué? Porque de acuerdo a tu sistema de valores, dices “no me lo merezco”. Esta persona me hace un favor al estar conmigo.

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