jueves, 14 de agosto de 2008

El festín de Babette


Director: Gabriel AxelFrancia-Dinamarca, 1987 (Oscar a la mejor película extranjera)
Stéphane Audran, Bodil Kier y Jarl Kulle

El festín de Babette, es un cuento modesto que Isak Dinesen (Memorias de África) escribió en su origen para una revista femenina, con la intención de ganar algún dinero que le permitiese salir de la difícil situación económica en la que se encontraba. Este cuento ambientado en el siglo XIX, narra la historia de dos hermosas hermanas, hijas de un pastor luterano, que en la provincia de Jutlandia, Dinamarca, había fundado un pequeño grupo piadoso de protestantes luteranos. Muerto el venerable maestro son sus hijas, educadas en la austeridad y dedicadas a realizar obras de misericordia, quienes se encargan de mantener viva la memoria de su padre y de las enseñanzas de éste.

Nuestras hermanas tienen una criada francesa, Babette, huida de París a consecuencia de los hechos de la Comuna, en los que su marido e hijo han muerto. Las hermanas habían aceptado con cierto recelo la llegada de una mujer que viene directamente de la ciudad del pecado, envuelta en la sospecha de ser ella misma una communard, pero la admiten bajo su techo por haberles sido encomendada por un viejo amigo, y porque en su vida sólo conocen la caridad.

Desde la llegada de Babette han pasado quince años, en los que ha servido a sus señoras con abnegación y fidelidad, cuidando de los intereses de las hermanas como de los suyos propios. Al transcurrir los quince años, se cumple también el centenario del nacimiento del padre y maestro, y la buena sirvienta demanda permiso de sus señoras para preparar una cena que celebre tan magno acontecimiento.

Las piadosas hermanas, a pesar de considerar tal ceremonia un lujo innecesario y tal vez pecaminoso, acceden al ruego de su criada por ser la primera vez que en quince años demanda nada de ellas. Y así, asombradas y asustadas, asisten a los preparativos de un fabuloso festín.

Esta propuesta irrumpe amenazadora en la devota población, quienes no ven con buenos ojos ningún tipo de disfrute o placer de los sentidos, sea éste del tipo que sea. Hasta ese momento, todos los habitantes del diminuto pueblo, habían concebido la vida como un lugar de sufrimiento, austeridad, represión y miedo. Ese día Babette les ayuda a comenzar a romper moldes.....

Babette se hace traer de París fabulosas viandas y exquisitos vinos con los que agasajar a los invitados a la cena, que paga con los cien mil francos ganados con un billete de lotería premiado.

La noche señalada los viejos discípulos y seguidores del venerable maestro viven una experiencia inolvidable entre lo místico y lo sobrenatural al saborear los deliciosos platos, los finos vinos, del menú preparado por Babette.

Ninguno de ellos es consciente de las finezas que saborean, a excepción de un viejo general, conocedor de la vida mundana, que reconoce cada uno de los elaborados platos franceses que en esa humilde casa le sirven esa noche.


Al final de la maravillosa, silenciosa e íntima cena todos se han dejado llevar por sus emociones. Comienza el momento del encuentro, de la disolución de lo reprimido. Y es bajo la luz de la luna y el aire frío de la noche estrellada, cuando todos danzan y cantan con una alegría modesta y conmovedora. El dios castigador está dormido y deja que sus hijos se encuentren desde la más absoluta humanidad Babette es así la gran sacerdotisa del cambio de los personajes.
Cuando, al terminar la velada, las hermanas acuden a la cocina a agradecer a su fiel Babette la espléndida cena que ha ofrecido a sus invitados, la criada les sorprende con la confesión que esa cena, que se ha llevado íntegro el importe del premio, no ha pretendido ser un obsequio en reconocimiento a la caridad de las hermanas, sino una satisfacción que la propia Babette se ha querido otorgar a si misma. Pues la sirvienta, antes de venir a parar a criada de las puritanas hermanas por culpa de su pasado de
communard, que la obligó a huir de Francia, fue el más famoso chef del más famoso restaurante de París.

Cocinar es para Babette un arte, a través del cual y por su diestra ejecución es capaz de otorgar la felicidad a la gente que disfrute de sus platos. Un arte que ha permanecido oculto durante quince años, mientras guisaba sopa de cerveza y rudimentarios platos de bacalao. Pero un arte que pide a gritos brotar y que se aprovecha de la ocasión que le proporcionan esos cien mil francos que la surte pone en sus manos.

En lugar de regresar a su patria, dejando la humilde casa de las caritativas hermanas, Babette prefiere preparar una cena como las que antaño le proporcionaron fama y nombre, no por el placer que proporcionará a unos grises personajes que ni siquiera sabrían nombrar los elaborados manjares que esa noche prueban. La felicidad de ellos es secundaria, pues el verdadero gozo es el de la cocinera que ha podido volver a ejercer su arte, acallado durante tanto tiempo.

Babette se sirve de su antiguo arte culinario para demostrar su agradecimiento a los que la han acogido y provocar un gran cambio, sin pretenderlo. Esta es una gran vía de la transformación del alma, el disfrute de los sentidos.

Babette, es la mediadora del encuentro entre alma y cuerpo. La propuesta del cuento nos recuerda la posibilidad de ceder lo superyoico para vivir en modesta armonía con lo limitado. "Cuanto más insiste el hombre en la falsa posesión y cuanto menos capta lo esencial, tanto más insatisfactoria es su vida... Cuando se comprende y siente que se está unido, ya en esta vida, a lo infinito, cambian los deseos y actitudes. En última instancia, uno se rige sólo por lo esencial, y si no se tiene esto, se ha malgastado la vida.." Carl Gustav Jung.

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